Solvencia Vs. productividad financiera en una empresa

¿Qué tanto le conviene a una empresa contar con inmuebles propios? ¿Qué es mejor, solvencia o productividad financiera?

Por: MBA Héctor Valencia Morales, profesor de posgrado de la EBC y director de ASN Consultoría.

Uno de los grandes paradigmas financieros se basa en la creencia popular de que “rentar es tirar el dinero a la basura”. Quizá sea cierto para una persona física, pues invertir su dinero en una propiedad puede ser mejor que el resto de las alternativas de inversión; pero en el caso de una empresa, habría que reflexionar si el convertir el dinero en ladrillos no significa tirarlo a la basura.

El administrador financiero de una empresa sabe que si aumenta el tamaño de sus activos comprando un inmueble, automáticamente deberá aumentar su generación de ventas para poder justificar su inversión.

El primer paso para conseguir una situación financiera sana es la productividad, la cual debe entenderse como la justificación que el tamaño de la venta da al tamaño de la inversión en activos. Además, es necesario recordar que:

a) Los activos son dinero.

b) Dicho dinero proviene de alguna fuente de recursos.

c) Todas las fuentes de recursos tienen costos financieros.

Al tener en cuenta todo lo anterior, comprenderemos que las inversiones ociosas (improductivas) suelen ser perjudiciales para las finanzas de la compañía.

“Es bueno ser grande, es más grande ser bueno”

Cuando los inmuebles son propiedad de una empresa, ésta muestra un gran tamaño financiero, pero ¿acaso es lo que se desea de una empresa? ¿O lo que se desea es que sea eficiente? El primer caso genera un beneficio directo en la solvencia, ya que los activos importantes que cubren sustancialmente sus pasivos generan tranquilidad, sobre todo en empresas que están abiertas a obtener recursos provenientes de los mercados bursátiles y a facilitar la captación de inversionistas. En México sólo las empresas de gran tamaño pueden lograr tal tranquilidad.

Con la gran mayoría de las empresas mexicanas que no cotizan en bolsa, el problema constante es la insuficiencia de recursos, sobre todo cuando están en etapas de crecimiento y su capital de trabajo se convierte en su principal preocupación. En tal caso, resulta muy cuestionable si deben darse el lujo de convertir en ladrillos los pocos o muchos recursos con los que cuentan.

El extremo se presenta cuando se observa que el nivel de inventario es bajo y la falta de recursos en la operación frena el crecimiento y desatiende el mercado, pero —eso sí— el inmueble es propio y permite que la empresa “se ahorre” la renta. La experiencia indica que dichos inmuebles terminan sirviendo como garantía de créditos bancarios que resuelven el problema, pero a costa del pago de intereses que afectan la rentabilidad.

¿Qué tan malo es pagar renta? Es necesario reflexionar al respecto, sobre todo si hablamos de inmuebles que no participan en la generación de ventas, como las oficinas corporativas y los espacios administrativos.

La necesidad de adquirir inmuebles se puede comprender si y sólo si éstos son la base de la venta, como los restaurantes, que al no tener propiedad sobre el inmueble dependen del arrendador y arriesgan la operación.

Pero quizás usted piense que olvidamos considerar la plusvalía. Aunque eso podría ser materia de otro artículo, le podemos adelantar que este concepto rara vez existe en las economías latinoamericanas. Es cierto que con el tiempo los inmuebles aumentan su valor comercial, ¿pero eso implica ganancia?

Para responder esta pregunta debemos plantearnos otra: “Si vendo este inmueble hoy, ¿qué puedo adquirir con lo que obtenga por él?”. Si la respuesta es que con suerte podemos comprar un inmueble del mismo valor, entonces debemos reconocer que lo que llamábamos “plusvalía” en realidad es inflación.