Importancia de los estímulos fiscales y sus efectos en la economía

Por: Dunstan Oriel Torres Hernández.

Los estímulos fiscales tienen objetivos claros que permiten el aumento en el consumo, lo cual apoya a la reactivación de la economía. Conoce a fondo cómo funcionan y cuáles son sus limitantes.

La política fiscal describe los cambios en el comportamiento del gasto y los ingresos del gobierno en un esfuerzo por influir en la economía. Al ajustar su nivel de gasto e ingresos fiscales, el gobierno puede afectar los resultados económicos aumentando o disminuyendo la actividad económica.

La política fiscal puede entenderse como un conjunto de medidas relativas al régimen tributario, al gasto y endeudamiento públicos, a las situaciones financieras de la economía y al manejo por parte de los organismos centrales y paraestatales en todo el ámbito nacional; así como en lo referente a todos los niveles de gobierno (federal, estatal y municipal). Los gobiernos pueden utilizar los estímulos fiscales para incentivar la actividad económica al aumentar el gasto público y disminuir los ingresos fiscales, o mediante una combinación de ambos.

Los estímulos fiscales son instrumentos gubernamentales para impulsar o promover un sector o una actividad; no necesariamente contemplan una exención o condonación de impuestos, sino que su efecto puede minimizar o diferir el pago de algunos de ellos.

Hacer que los estímulos fiscales sean oportunos es una tarea especialmente desafiante para los gobiernos, ya que implica promulgar recortes de impuestos y gastos; así como la responsabilidad de implementarlos; por ejemplo, incluso una vez promulgado, es posible que el aumento de las partidas gubernamentales no se traduzca en un gasto real durante bastante tiempo. Una política fiscal mal sincronizada puede desestabilizar la economía al intensificar en lugar de amortiguar el ciclo económico: si el estímulo fiscal se promulga con demasiada lentitud es posible que no evite una caída en la producción y los ingresos. El otorgamiento de estímulos fiscales no es una tarea sencilla; sobre todo si se carece de recursos que permitan su aplicación; y si no se dan pueden otorgarse facilidades como el diferimiento de los pagos de impuestos.

Gran parte de la literatura sobre los estímulos fiscales tiende a adoptar una perspectiva macroeconómica que se equipara con el aumento del endeudamiento general por parte de los gobiernos para apoyar la recuperación económica. Los gobiernos pueden promulgar un estímulo fiscal a través de una combinación de aumento del gasto, transferencias de pagos y recortes de impuestos que actúan a través de diferentes canales.

El aumento del gasto público tiende a fomentar la actividad económica, ya sea directamente a través de la compra de bienes y servicios adicionales del sector privado, o indirectamente mediante la transferencia de fondos hacia las personas que luego pueden gastar ese dinero. La disminución de los ingresos fiscales tiende a estimular la actividad económica indirectamente al aumentar los ingresos de las personas, lo cual puede llevar a que consuman más bienes y servicios. La aplicación de estímulos puede ser benéfica cuando la economía está en recesión, dado que reduce su impacto negativo.

Por ejemplo, los proyectos de infraestructura gubernamentales podrían restablecer la actividad en el sector de la construcción, lo que a su vez podría aumentar el empleo en el sector, por lo que los ingresos de los trabajadores provocarían un aumento del consumo de sus hogares. El estímulo fiscal a través de transferencias de impuestos influye en el comportamiento de los hogares y de las empresas para crear demanda; como las transferencias de efectivo a los hogares alentándolos a gastar más, e impulsando así el consumo, o por los recortes de impuestos para que las empresas puedan alentar inversiones adicionales.

En ocasiones, los gobiernos pueden utilizar una política fiscal contractiva para desacelerar la actividad económica al disminuir el gasto público, aumentar los ingresos fiscales o una combinación de ambos. La disminución del gasto público desacelera la actividad económica, ya que el gobierno compra menos bienes y servicios al sector privado. El aumento de los ingresos fiscales tiende a desacelerar la actividad económica al disminuir el ingreso disponible de las personas, lo que probablemente reduzca el gasto en bienes y servicios.

Los estímulos fiscales deben ser temporales, pues los recortes de impuestos permanentes o los aumentos en el gasto público reducen el ahorro nacional. Esto se traduce en una menor inversión y un mayor endeudamiento del gobierno; a su vez, disminuye el crecimiento económico y el ingreso nacional futuro. Además, los déficits presupuestarios esperados más grandes tienden a elevar las tasas de interés a largo plazo, restringiendo así la inversión y debilitando las exportaciones netas al elevar el valor del dólar americano; efectos que contrarrestan parcial o totalmente los efectos estimulantes directos de impuestos más bajos. Por lo tanto, es probable que un estímulo temporal sea más efectivo que un cambio de política permanente y a un costo mucho menor a largo plazo.

Derivado de la crisis por la pandemia de COVID-19 es importante que en la actualidad los gobiernos apliquen estímulos fiscales para que las empresas obtengan la liquidez necesaria y con ello se procure conservar las fuentes de empleo. En este sentido, la política fiscal debe jugar un papel central en la mitigación del impacto social y económico derivado de la pandemia, así como contribuir a impulsar la reactivación económica.

Es importante señalar que, a medida que una economía sale de una recesión y comienza a crecer a un ritmo saludable, las autoridades deben optar por reducir el estímulo fiscal para evitar algunas de las consecuencias negativas de la política fiscal, tales como el aumento de las tasas de interés, de los déficits comerciales y de la inflación.

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