Por: Francisco Javier Gómez Serrano
Cuando reflexionamos sobre la situación económica de nuestro país nos encontramos con conceptos y términos que parecen aislados. En ocasiones nos preguntamos qué relación tiene la economía y la materia fiscal.
En ambos son temas hay un especialista, es decir, tenemos licenciados en Economía y licenciados en Contabilidad, y se suele apreciarse que cada uno es ajeno al otro; aunque hoy demostraré lo contrario: pues ambas profesiones se relacionan desde el momento en que vemos el manejo de nuestro país como un todo integrado que funciona gracias a la diversidad de temas y conocimientos que conjuntamente mueven al país.
Para empezar, la política fiscal es una rama de la política económica que configura el presupuesto del Estado y sus componentes (el gasto público y los impuestos); ambos como variables que controlan y mantienen la estabilidad económica, al amortiguar las oscilaciones de los ciclos económicos y contribuir a mantener una economía creciente: con empleo y sin inflación alta.
Esta función estabilizadora del Estado —donde se encuadra la política fiscal— trata de conseguir la estabilidad del sistema económico, de evitar desequilibrios y de proponer los ajustes necesarios en la demanda agregada para superar en cada caso las situaciones de inflación o desempleo.
Una herramienta de la política fiscal es el nivel de tributación: cuando el gobierno baja los impuestos, aumentan los ingresos netos de los hogares, donde se ahorra parte de estos y se gasta la otra en bienes de consumo. El efecto que se genera con lo antes dicho tiene dos vertientes:
A) La reducción de los impuestos eleva el gasto de consumo, desplazando la curva de demanda agregada hacia la derecha.
B) El aumento de los impuestos reduce el gasto de consumo y desplaza la curva de demanda agregada hacia la izquierda.
La magnitud del desplazamiento de la demanda agregada provocada por una modificación de los impuestos también influye en los efectos multiplicador y de expulsión.
Cuando el gobierno baja los impuestos y estimula el gasto de consumo, los ingresos y los beneficios aumentan, lo que impulsa aún más el gasto de consumo: este es el efecto multiplicador.
Asimismo, un aumento en los ingresos eleva la demanda de dinero, lo que tiende a elevar los intereses. El aumento en las tasas de interés encarece la petición de préstamos, reduciendo así el gasto de inversión: este es el efecto expulsión.
Dependiendo de la magnitud de los efectos multiplicador y de expulsión, el desplazamiento de la demanda agregada puede ser mayor o menor que la variación de los impuestos que los ha provocado.
Como vemos, en términos fiscales, hay una completa relación con la Economía y podemos comprender el efecto de la demanda económica y de las contribuciones.
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